miércoles, 19 de octubre de 2011

La Mosca

    Hace mucho, mucho tiempo, en este mismo blog, escribí sobre una elegantísima avispa que vi tratando de subir por la ventana de una guagua. Como entonces (y como ahora; las cosas no han cambiado tanto) me sentía una especie de Luisma cósmica, intuí que había un mensaje para mi en la aventura de aquella avispa que resbala por el vidrio una y otra vez, en su camino a la ventana abierta antes de desparecer por ella, mensaje que aunque intuí, no terminé de entender sino mucho tiempo más tarde.

    Hace unos día la volví a encontrar, más corriente, más torpe, menos acinturada, haciendo el mismo recorrido, perdida, con un traje ordinario y poco agraciado, de mosca. Esta vez llevaba las de perder: la ventana de la guagua estaba cerrada. Aun así la mosca hacía uno que otro intento. Me quedé mirándola, más perdida que la avispa, sus intentos eran un poco más erráticos, pero subía y aquello de volver a sentirme una Luisma cósmica (qué cosas tan pequeñas pueden hacernos tomar consciencia de nuestra abismal ignorancia, no?) no ayudaba mucho. Al fin la guagua detuvo su ruta y abrió sus puertas (yo recordaba a una paloma que en 1993 cruzó a pie con la muchedumbre en hora pick por la calle más central y transitada de Santiago de Chile, caminando, como una peatona cualquiera) pero la mosca ni caso (por eso me acordé de la paloma) y entonces, no sé si hice bien o mal, pero abrí la ventana.
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