En fin, que la cosa es que se me pasó el 1 de mayo y no dije ná. Y quería.
Porque como dice la caricatura, el 1 de mayo es el día del Trabajo y el resto de los días es de los explotadores:
Los de las grandes empresas y las muy micro, que creen que cuanto menos paguen o menos trabajadores contraten para más tareas, crecerán más. Para el explotador público, que contrata con honorarios para no pagar vacaciones, ni seguros de cesantía, ni las previsones de rigor con las que un día quien trabaja pueda asegurarse una pensión de miseria para regocijo de las AFP y su gentuza. Para el explotador público, que gusta aparecer en la prensa como super héroe de la justicia y el trabajo justo, pero contrata a honorarios y sin embargo exige horarios y horas a la semana, muchas veces irrespetando enfermedades, necesidad anual de descanso y necesidad de administrar la vida propia.
Ayer (o antes de ayer, o el jueves) fue el Día del Trabajo. Yo quería saludar a las trabajadoras de este país, a las de la doble jornada, las que llegan de trabajar a trabajar. Del trabajo productivo al reproductivo. De las labores del horario, los o las jefas, los informes, los arqueos, los depachos, las melgas, lo que sea, a la loza, las ollas, la comida, las tareas de los niños, la ropa sucia y la ropa limpia, el orden, los platos. Y las que, peor, por retorcidas creencias históricas, hacen todo eso y más mientras su trabajador, se tira en la cama a ver televisión, esperando a que la cena esté lista, creyendo que eso las hace más buenas, mejores mujeres y más dignas de los homenajes anuales del día de la madre. Hubiese querido enviar un abrazo a las trabajadoras que hacen lo mismo que ellos y ganan un 15% menos, a las que les preguntan su estado civil y la edad de sus hijos en la entrevista de trabajo, las que tienen menos posibilidades de ser ascendidas por su maternidad, para eso están ellos que tienen más tiempo libre, a las que descueran por la espalda cuando consiguen un mejor puesto, siempre con insinuaciones referidas a su vida sexual. Hubiese querido pedir que me publicaran un artículo y enviar en él un abrazo a las que se evalúa, no sólo por su rendimiento en el "competitivo mundo" de los negocios, de la educación, del retail, de lo que se nos cruce; sino tbn por lo bien o mal que pueda lucir el escote, por el largo y ancho de sus piernas, por sus kilos, por lo agradable que puedan, o no, ser a la vista de los señores; a las que se evalúa también por la habilidad que han tenido para esconder canas y líneas de expresión. Y a las que no tienen estos agregados y tienen la vida laboral de sus equivalentes masculinos, lo que no significa que quede nada por hacer.
Es que, en realidad, no es lo mismo ser trabajador que trabajadora. Todavía pasa que hay trabajadoras que no siempre reciben un salario por su trabajo, que muchas veces pasa con creces las 12 horas diarias. Las trabajadoras muchas veces dependen de un "empleador" que no solo no les paga, sino tantas veces las vulnera, las abusa, y luego, obtiene la complicidad de muchas voces cuando decide poner fin al contrato y reclama su indemnización.
Revisitando "El mago de Oz" (y II)
Hace 1 año
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