lunes, 24 de noviembre de 2014

Basta ya de Basta ya

Basta ya de Basta ya. Hoy es el Día Internacional contra la Violencia de Género*, a la fecha, llevamos 50 muertas en este país a manos de sus parejas. Y como siempre no faltarán las que griten “Basta ya”, se cuelguen letreros que digan “Basta de violencia machista” o “Basta de Violencia contra las mujeres” como si la Violencia fuera un fenómeno ajeno a todo lo que la produce. Así es que he decidido darles una noticia: No podemos pretender erradicar la Violencia de Género sin entender que vivimos en una sociedad misógina. ¿No? ¿Fantaseo? Pues miremos a México: 43 estudiantes desaparecidos están provocando una revolución. Todos estamos de acuerdo en solidarizar con ello, yo también. Pero a nadie parece importarle que en Ciudad Juárez van 1800 desaparecidas/muertas por las que nadie ha parecido levantar un dedo (exceptuando sus familias) y por las que, desde luego, jamás se atacó a una gobernación, ni se detuvo a ningún alcalde, ni se generó una alarma internacional, ni de la décima parte de las proporciones que ha generado ésta.

Vivimos en un país en que la palabra “madre” fuera del 10 de mayo, es un insulto futbolero. Un insulto que significa inutilidad, carencia de fuerza, de habilidad, de resolución. En las radios se sigue escuchando reaggeton, la música predilecta de quienes ven a la mujer como un cacho de carne o canciones que directamente hacen apología de la violencia y hasta del feminicidio. Hay padres que aún insultan a sus hijos cuando lloran llamándolos “niñita”. Como dice una e-card que circula por internet, vivimos aun en un país en que la mujer que se niega a acostarse con un tipo se arriesga a que la traten de cartucha o lesbiana (porque en este país lesbiana es todavía es un insulto), si se acuesta con el sujeto es fácil, si usa condón es puta, si se embaraza es idiota y si aborta es satanás.

Cuando hablamos de violencia de género solemos pensar en golpes y en feminicidio. Pero olvidamos todos los “preparativos” que las mujeres vivimos a lo largo de nuestra vida que permiten que lleguemos allí. Porque violencia también es que yo me suba a un colectivo y me encuentre con un tipo que escucha y nos obliga a todos a escuchar alegremente “Chúpamela” o “mamita, te voy a dar tu lechecita”. Violencia es que, desde los 10 años seamos un objeto a los que los hombres pueden “premiar” por la calle si cumplimos "nuestro objetivo" de serles agradables a la vista. Olvidamos que nos han dicho hasta el cansancio que las señoritas no gritan, no se defienden, no arañan, no levantan la mano, no dicen garabatos, no piensan en sí mismas, etc. (ya nos entrenan con Cenicienta y afines para ello); nos olvidamos que cada 10 minutos estamos siendo bombardeadas con el mandatos de ser bellas. Un mandato durísimo, violentísmo, que tiene a muchas mujeres sumidas en depresiones, anorexias, o en serios baches económicos. Todo ello es violencia de género. Violencia preparatoria para la violencia. Violencia no sancionada, no examinada, no visibilizada: Violencia naturalizada y validada.

Esa es la violencia que tenemos que erradicar tanto como la de las estadísticas. La primera. Y los medios tienen mucho que hacer y decir al respecto. Yo propongo que empecemos por ahí. Que empecemos por entender que la violencia no empieza con el primer puño masculino que impacta en la cara de una mujer. Ni termina con el funeral. Empieza con la falta de cuestionamiento de nuestras costumbres y finalizará cuando decidamos poner fin a nuestra ignorancia, a la creencia que no tenemos nada que ver con ello y que es sólo un tema para habar el 25 de noviembre y de pasadita el 8 de marzo. Yo propongo que empecemos por ahí y dejemos de una puñetera vez de decir “Basta ya”.

martes, 28 de octubre de 2014

La Central o Hartita de estar hartita.

De pura culpa me puse a leer Ovallehoy. Todo porque cuando llamé a Angelo para preguntarle qué pasaría finalmente con lo que fue La Central, lo primero que me dijo fue “se nota que no lees Ovallehoy” y me dio cosa. Así de ridícula puedo llegar a ser. Lo que pasa es que Angelo desconoce en qué estado queda mi colon cada vez que me entero de que postulamos a convertirnos en Calama, San Felipe o cualquier otra cosa que no deje rastro de lo que somos o lo que fuimos o lo que hemos sido. Y la verdad no estoy por la autotortura. Recibí alegre la noticia del reventón inmobiliario, a tiempo para que Chile no viva lo que está viviendo España ahora mismo, con un nivel de cesantía terrorífico y una cantidad de niños bajo la linea de la pobreza más terrorífica aun, niños que desmayan en sus colegios por hambre (sí, eso mismo), gente buscando en los contenedores de la basura restos de comida (nada tan nuevo por estos lares), abuelos, adultos y niños y niñas durmiendo en la calle, gente que trabajó toda su vida, en fin. Nada importante para quien, sabiendo lo que hace, propicia estas burbujas económicas y renta con ellas alegremente. Fue por la misma noticia del reventón que me sorprendió que se fuera a demoler toda aquella casona, que tiene una segunda planta aun en uso.


Por mi parte me doy. Al menos por ahora. No han pasado muchos días desde que bajé con un colectivero que estaba feliz de los nuevos armatostes y que pensaba que había que deshacerse de todo lo que nos recordara nuestra historia, por si venían los ocupa a hacer centros culturales donde "se fuma, se toma y se mete bulla". Estoy hartita de estar hartita y de que gente que estimaba se ría de mi en mi nariz, contándome casos de supuesta corrupción urbanística como si fueran chistes para reírse de mi cara descompuesta.

Eso, entre otras harturas, que no detallaré porque como ya anuncié, estoy hatita de estar hartita.

viernes, 2 de mayo de 2014

Trabajador y trabajadora. No es lo mismo.

En fin, que la cosa es que se me pasó el 1 de mayo y no dije ná. Y quería.

Porque como dice la caricatura, el 1 de mayo es el día del Trabajo y el resto de los días es de los explotadores:

Los de las grandes empresas y las muy micro, que creen que cuanto menos paguen o menos trabajadores contraten para más tareas, crecerán más. Para el explotador público, que contrata con honorarios para no pagar vacaciones, ni seguros de cesantía, ni las previsones de rigor con las que un día quien trabaja pueda asegurarse una pensión de miseria para regocijo de las AFP y su gentuza. Para el explotador público, que gusta aparecer en la prensa como super héroe de la justicia y el trabajo justo, pero contrata a honorarios y sin embargo exige horarios y horas a la semana, muchas veces irrespetando enfermedades, necesidad anual de descanso y necesidad de administrar la vida propia.

Ayer (o antes de ayer, o el jueves) fue el Día del Trabajo. Yo quería saludar a las trabajadoras de este país, a las de la doble jornada, las que llegan de trabajar a trabajar. Del trabajo productivo al reproductivo. De las labores del horario, los o las jefas, los informes, los arqueos, los depachos, las melgas, lo que sea, a la loza, las ollas, la comida, las tareas de los niños, la ropa sucia y la ropa limpia, el orden, los platos. Y las que, peor, por retorcidas creencias históricas, hacen todo eso y más mientras su trabajador, se tira en la cama a ver televisión, esperando a que la cena esté lista, creyendo que eso las hace más buenas, mejores mujeres y más dignas de los homenajes anuales del día de la madre. Hubiese querido enviar un abrazo a las trabajadoras que hacen lo mismo que ellos y ganan un 15% menos, a las que les preguntan su estado civil y la edad de sus hijos en la entrevista de trabajo, las que tienen menos posibilidades de ser ascendidas por su maternidad, para eso están ellos que tienen más tiempo libre, a las que descueran por la espalda cuando consiguen un mejor puesto, siempre con insinuaciones referidas a su vida sexual. Hubiese querido pedir que me publicaran un artículo y enviar en él un abrazo a las que se evalúa, no sólo por su rendimiento en el "competitivo mundo" de los negocios, de la educación, del retail, de lo que se nos cruce; sino tbn por lo bien o mal que pueda lucir el escote, por el largo y ancho de sus piernas, por sus kilos, por lo agradable que puedan, o no, ser a la vista de los señores; a las que se evalúa también por la habilidad que han tenido para esconder canas y líneas de expresión. Y a las que no tienen estos agregados y tienen la vida laboral de sus equivalentes masculinos, lo que no significa que quede nada por hacer.

Es que, en realidad, no es lo mismo ser trabajador que trabajadora. Todavía pasa que hay trabajadoras que no siempre reciben un salario por su trabajo, que muchas veces pasa con creces las 12 horas diarias. Las trabajadoras muchas veces dependen de un "empleador" que no solo no les paga, sino tantas veces las vulnera, las abusa, y luego, obtiene la complicidad de muchas voces cuando decide poner fin al contrato y reclama su indemnización.