que tapaste tu cara para llorar?
Aquél y no otro, fue el brote
de la primera semilla
del mal que ya no reconoces
del mal que ya no reconoces
la primera escisión
tu primera máscara
el asomo del primer miedo a ti mismo entre los dedos
tú, en tu primer escondrijo
teniendo que ocultar
tus ojos, lejos de los intrusos primero
lejos de ti mismo, después
y entonces nunca más se te olvidó
la importancia de la careta sonriente.
Ese gesto primigenio que creció
nutrido con la savia amarga de “los niños no lloran”
y de “ya te daré verdaderos motivos”
ese gesto
que aprendió a golpes a sortear
las crueldades ajenas
a absorber el dolor hasta que casi no se vea
a mimetizarse con los índices que le apuntan
a endurecer y oscurecer el material que lo cubre
para recordar
que no debe dormir
ese gesto de entonces
que busca ahora castigar
a quién no se oculte lo suficiente
te recuerda
que allí, aunque no quieras
abandonado en el fondo
debajo de la cama
te espera el monstruo
que no es otra cosa
que ese niño que llora
con sollozos y cara descubierta.
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