viernes, 15 de junio de 2018

Lo que era II


Reconocerse
reubicarse
pillar el hilo que nos lleve al vestigio
de lo que pudimos rozar con los ojos
el pómulo, la barbilla
o un antiguo pliegue en el vientre
porque aunque lo hayamos maldecido
toda la adolescencia y juventud
es lo que queda de nosotras.

Llega (y a veces llaga) un minuto
en que no podemos soslayar
la abrumadora necesidad de tirar del cabo
de la vieja imagen
y traerla al presente
ponerla bajo las líneas de expresión
(promesas concretas de las arrugas próximas)
y contemplarla
sin atisbo de vanidad frustrada;
para saber que somos la misma
y nos pertenecemos
y para constatarnos
nos cogemos un dedo, dos, la mano
nos abrazamos en la oscuridad
sabiendo que allí, en el fondo,
seguimos vivas
observándonos desde la vuelta
de la esquina de la nostalgia
por el viejo arrojo,
por la capacidad de volar a placer.
Así articulamos lentamente
palabras
sabiendo que una de ellas
una frase, una melodía
un encuentro inusualmente sumergido
puede traernos de regreso.